lunes, 18 de marzo de 2013


Mal de ojo
Un hechizo requiere un cierto ceremonial o ritual y la utilización de medios que pueden ser más o menos cercanos al brujo o hechicero, en tanto que el mal de ojo no precisa de soporte material alguno y puede producir un efecto nocivo, sobre todo a distancia. Los creyentes en el mal de ojo afirman que éste puede suponer sufrimiento para hombres y animales a través únicamente del deseo de lograr ese daño. Una de las acusaciones históricas más antiguas relacionadas con el mal de ojo transcurrió durante el juicio a las supuestas brujas de Salem, en el cual una de las mujeres juzgadas fue acusada de tener el poder de provocar desmayo en otras personas con sólo mirarlas. Es probable que la acusación fuera infundada.
Hay brujos o hechiceros, sin embargo, que se especializan en causar el mal de ojo. En las Escrituras se aconseja no compartir el pan con aquéllos que se tienen como cometido provocarlo. Las consecuencias del mal de ojo pueden ser físicas (malestares estomacales, dolores de cabeza, decaimiento general), económicas y amorosas. En general, la persona sobre la que ha recaído el mal de ojo sufre fortuna adversa en varios ámbitos de su vida. Pero quizás la peor consecuencia del mal de ojo es que se afirma que quienes lo sufren son capaces, sin quererlo, de contagiar esa mala suerte.
Es necesario hacer aquí una aclaración: tanto el ojeador como el ojeado gozan de mala fama. El provocador del mal de ojo, por obvias razones. La víctima, por sufrir un mal del que sólo una operación mágica benigna y poderosa podría curarlo, pero hasta que eso no sucediera, el ojeado esparciría su mala fortuna por todas partes. Una de las personas más notables en sufrir el mal de ojo, de acuerdo a las crónicas de la época, fue el compositor Jacques Offenbach: los teatros en los que sus obras se presentaban sufrían derrumbes o incendios, los cantantes de sus operetas padecían accidentes, en una ocasión un miembro del público sufrió un infarto en plena función. Algunos atribuyen la retirada de favor del público parisino a Offenbach no en razón de la guerra francoprusiana sino a causa de su reputación como ojeado.
En América Latina la tradición del mal de ojo es especialmente fuerte. Se reconoce que el ojeador puede cometer un acto involuntario; es decir, causar mal de ojo sin quererlo, sólo con posar su mirada en las víctimas. Las más vulnerables se consideran los bebés, los niños pequeños, los animales domésticos y los objetos pertenecientes a los quehaceres diarios. Los bebés y niños pueden enfermar y morir, de acuerdo a los relatos, los adultos pueden sufrir enfermedades y desgracias, los animales igualmente pueden enfermar, en tanto que los objetos se descomponen. Para protegerse del mal de ojo o del ojeador, se suele atar una cinta roja a la persona, animal o cosa que se considera más expuesta.
Si bien, como dijimos, se supone que el mal de ojo puede ser involuntario, en el origen de la creación de un ojeado que extiende a su paso la mala suerte hay siempre un brujo o hechicero con intenciones malignas.
¿Cómo librarse del mal de ojo? Hay personas que colocan plantas de contenido mágico en las puertas de sus casas o de su cuello, como el pungitopo o la punta de flecha. Para aquéllos que estén ya afectados hay un antiguo ritual del que se habla maravillas: se debe tomar un bacín, llenarlo de agua y verter allí siete gotas de aceite. Con esa mezcla deben untarse la frente, la nuca, el pecho y las muñecas del hechizado. Si el mal de ojo es especialmente fuerte, la persona afectada debe mirar fijamente, durante varios minutos, a las gotas de aceite que flotan en el agua del bacín. Luego de la ceremonia de unción, el agua debe arrojarse lejos, en lo posible fuera de la casa o el jardín, pues se supone que las gotas de aceite han absorbido la maldición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario